6:55 am… Y el despertador arremete contra mi sueño, el primer respiro frio que recorre mi nariz termina desembocando en mis tibios pulmones, transformándose en esa sensación de calambre en mi espalda y que automáticamente le indica a mi cerebro apretar con fuerza los parpados, tratando de evitar lo inevitable… despertar. Como paso a seguir tengo una de las sensaciones más placenteras de la vida y la que considero una de las tantas manifestaciones divinas en la tierra: el contacto de los pies fríos bajo las sabanas, siento y percibo el frio de tus pies pequeños acariciando a los míos, buscando regocijo y cobijo, con la fe ciega de que el roce de nuestras pieles provoque el fuego que entibia nuestros cuerpos.
Acto seguido: Abro los ojos, veo y pienso, como cada día desde que estoy a tu lado, es lo más hermoso que me ha dado el universo, tu cabello librando una lucha encarnizada entre la almohada y tu cuello. Y entonces…apareces ahí, en primer plano, con todo el fulgor de tu belleza, tu piel de mármol en contraste con el claro de tus cabellos, en armonía con la suavidad de tu sueño y el compás de tus jugosos labios. Y una voz en off aparece en mi cabeza hablando como si describiera a un ser divino: “El ser más bello y perfecto que está sobre la tierra… y para tu buena suerte está en tu cama” y al terminar mi privada interlocución sucede el evento más importante de mi día, el cual me hace volver a nacer, el cual inspira cada letra escrita por ti, me muestras ese par de hermosos zafiros por los cuales vendí mi alma al demonio… sí…tus ojos.
– Buenos días mi amor – dices con soltura y extendiendo tus brazos como cadenas de plumas que abrazan mi cuello.
– Buenos días mi vida – respondo, con la misma sensación de nerviosismo, como si el mundo se fuera a acabar.
Ambos, volteamos a ver nuestra ventana frontal a observar como el otoño se baña con el rocío fresco de la mañana y percibir el tapete de bronce que se extiende por nuestro jardín. Definitivamente una verdadera mañana de domingo en el cual solo existimos tú y yo, nuestro otoño, nuestra vida… nuestra cama.
Es un espectáculo maravilloso verte levantarte de la cama y apreciar tus esbeltas caderas en sincronía con el movimiento pendular de los huesos de tu dorsal. Como tu cabello quebrado descansa sobre tu piel de porcelana. Que bien te sientan las ropas cortas a tus piernas largas, que bien le sienta el frio a tu piel, porque verla y sentirla entre mis manos es poder acariciar la belleza terrenal. Como si te estorbaran para vivir te despojas de tus prendas lista para tomar el baño matutino. Te observo y pienso “¿Qué hice para merecer esto?” “¿Qué favor le hice al creador para que me regale semejante ejemplar de belleza divina?” Realmente me lo cuestiono y me lo pregunto cada día que estoy a tu lado, “¿Cuánto tiempo llevo bendecido a tu lado?” No importa, no importa cuánto tiempo sea. Es casi divino sentarme al pie de la cama y que dejes entreabierta la puerta del baño para que pueda verte desnuda, a punto de entrar en la bañera, ver como lentamente pruebas con tus pies la temperatura del agua y te sumerges poco a poco mientras susurras esa canción… vaya… volvió a pasar tan rápido esta vez.
Pero poco a poco siento como me invade ese peso que recae sobre mis pies, haciéndome lentamente inmóvil. Poco a poco siento cómo mis brazos comienzan a perder fuerza y empiezan a sentirse inmóviles también. Poco a poco siento lo difícil que me cuesta mover el cuello. Y entonces es aquí, esa sensación tan conocida, ese mareo dimensional, escucho como tu voz se empieza a disipar y a apagar mientras tarareas tu canción, que a la vez se pierde en una vorágine de imágenes que como barridos empiezan a distorsionar mi percepción de ti. Ojalá pudiera hacer que esto durara más, ojalá me entendieras cuando digo que quiero prolongar esto tan solo un poco más. Ojala no dudara de ti, ojalá no supiera como estar aquí. Me gustaría cambiar todo lo que tengo allá por lo que construyo por ti, ojalá existieras amada mía, para mostrarte y tatuarte en tu corazón todas y cada una de las letras que tengo para ti. Ojalá me encuentres y te encuentre y que no sea demasiado tarde para podernos entender y así sabernos juntos. Saber que aunque no nos conocemos, nos amamos, que aunque no nos vivamos, nos esperamos… aunque aún nos soñamos.
6:55 el despertador suena… -despierta-.
Publicado en el número

vol.II, núm. espec. 1, enero 2019
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- Fecha de creación 31 de enero, 2019
- Última actualización 23 de enero, 2025