Ayotzinapa
Hasta hace unos meses Ayotzinapa no figuraba en ningún lado, no estaba en las noticias, su cotidianeidad era medianamente tranquila: el “estira y afloja” habitual de los estudiantes de educación superior con el Estado. Sin embargo, una protesta se transformó en noticia internacional: 43 estudiantes normalistas desaparecidos. Los normalistas no han aparecido, no se puede confirmar si están vivos o fallecidos, sólo se sabe que fueron entregados a un grupo delictivo.
Ayotzinapa en vilo significa la incertidumbre de los padres al no tener conocimiento sobre el paradero de sus hijos normalistas.
Para este ensayo me serviré de 3 líneas teóricas acerca del cuerpo —La teoría del cuerpo de Le Breton; Cuerpo, poder y violencia de Foucault; Corporalidad y memoria de Huffschmid—, complementando con Norbert Elias, Emile Durkheim y distintas notas periodísticas para hacer un análisis corpóreo-afectivo acerca de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero entre el 26 y 27 de septiembre de 2014.
Cuerpo
Le Breton dice en su libro “Antropología del cuerpo y modernidad” que el cuerpo es uno de los temas propios de la antropología, pues es propio de la identidad de un hombre. Para el hombre, su cuerpo es su rostro, es signo de su individualidad: no hay expresión o rasgo suyo que exprese mejor su condición de ser individuo. Sin él, no existiría. La existencia del hombre es corporal.
Sin embargo, el mero acto de vivir proporciona al cuerpo de símbolos y significados. Estos se ven por análisis sociales y culturales, y a través de estos se puede observar cómo es la persona y el modo de existencia que esta lleva.
Cada civilización tuvo un esfuerzo en tratar de darle significado a los misterios del cuerpo, cada una llego a una conclusión para ella misma y este significado le parece extraño a las demás culturas.
Para las sociedades tradicionales, el cuerpo siempre está aunado a la persona. Esto no pasa con las sociedades contemporáneas donde la mentalidad está encaminada hacia el individualismo.
Individualismo que bien puede hacer que los responsables de estas desapariciones al ser cuestionados respondan con el trillado “Sólo seguía órdenes.”
Desaparecidos
Huffschmid hace una pregunta pertinente a este ensayo en su texto “La otra materialidad”: “¿Pensar que estos cuerpos, una vez elaborada su condición de victimizados, puedan, contribuyen, ya desde otro lugar, a los procesos de significación social?” (Huffschmid, 2013, p. 115). Sin embargo, Anne Huffschmid no trata de dar una explicación hacia la violencia del que son objeto los cuerpos desaparecidos, ni el vacío que dejan, y más bien se enfoca a los monumentos memoriales que buscan una representación espacial de lo ausente y a los lugares donde fueron cometidos estos atroces actos.
Desaparecidos es la palabra clave. Todo lo que conlleva la palabra es que aún podrían estar con vida en algún lugar, por escueta que sea esta posibilidad. Hay enojo, hay repudio por unos desaparecidos, pero preferible un enojo por unos desaparecidos que un enojo por unos asesinados.
En un apartado anterior a la pregunta, Huffschmid dice:
Cada muerte es una desaparición, la ausencia hiriente de un cuerpo vivo, una violencia que a veces raya en lo insoportable para quienes se quedan. El lugar, la fotografía, los objetos alguna vez conectados con el ser extinguido tienden a sustituir, cual metonimia, a este cuerpo desaparecido; el duelo busca sus representaciones, objetos y lugares se vuelven depositorios del recuerdo. Aunque no logremos comprender del todo este paso entre presencia y ausencia, aprendimos a convivir con el saber de su inevitabilidad. Lo que transgrede la frontera de lo tolerable es la desaparición de un cuerpo vivo que no muere sino aparentemente se desvanece, producto no de la ciclidad de la vida, sino de su violenta e intencionada irrupción.
(Huffschmid, 2013)
Por esta razón, los padres de los normalistas siguen buscando, siguen con la esperanza de encontrar el cuerpo con vida de sus hijos. Tal vez les haya llegado el pensamiento de que no pudieran estar con vida y en ese caso tratan de encontrar un cuerpo por el cual dolerse, estar de luto, pero sin el cuerpo sigue esa incertidumbre.
Tal vez esta incertidumbre llega a rayar en la negación pura sobre la posible muerte de los jóvenes normalistas: hay noticias en las que Alejandro Solalinde, un sacerdote defensor de los derechos humanos, declara que los estudiantes desaparecidos realmente están muertos (Ayala, 2014). A pesar de lo que se puede llegar a pensar, los padres de los desaparecidos no recibieron estas declaraciones de una buena manera llegando incluso a interrumpir una misa oficiada por Solalinde en la escuela normal de Ayotzinapa (Redacción Animal Político, 2014) e incluso haciendo que el sacerdote ofreciera disculpas públicas (Redacción Animal Político, 2014).
La negación hacia la muerte es antiquísima, datando de tiempos remotos y tomando diversas formas: negando la mortalidad de uno o creando un lugar hacia dónde van los fallecidos. Los padres prefieren seguir buscando, continuar con la idea de que sus hijos con vida están en algún lugar, no aceptando la ayuda de una persona que, si bien tiene intenciones buenas, viene cargando un mensaje bastante claro: “Sus hijos están muertos, ustedes no buscan gente con vida, están buscando cadáveres.”
Le Breton nos dice en su capítulo “Lo inaprehensible del cuerpo”, contenido en el libro “Antropología del cuerpo y modernidad” que el cuerpo es lo más individual que tiene uno, te da identidad, símbolos y un significado. Sin el cuerpo, la persona no es. Esta individualidad es lo que se persigue en las marchas, se les da identidad a los desaparecidos, se dan a conocer los nombres de cada uno para que no sean otro número rojo, otra estadística.
Análisis de los discursos
Con respecto a las consignas que se claman en las marchas y en las asambleas hay varias: están las que cuentan del 1 al 43 finalizando con un grito de “¡Justicia!”, hay otras donde solamente se grita “¡Ayotzinapan vive!”, incluso hay quien recurre a la (lamentablemente) vieja y conocida “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”.
Ante esta carente creatividad de expresiones acerca de los desaparecidos, Norbert Elias nos ofrece una respuesta:
En estrecha relación con la mayor relegación posible del morir y de la muerte de la vida social y convivencia de la gente, y con el correspondiente ocultamiento con el hecho de morir […] se halla en nuestros días un peculiar sentimiento de embarazo por parte de los vivos en presencia de un moribundo. Con frecuencia no saben qué decir. El vocabulario a utilizar en tal situación es relativamente pobre. Los sentimientos ante una situación penosa contienen las palabras. […] En todos los casos, los individuos, especialmente en las generaciones más jóvenes de nuestro tiempo se ven reducidos a la hora de expresar sus sentimientos.
(Elias, 2012, pp. 49-50)
Esta falta de expresiones en un momento de duelo, en el momento donde más se necesitan las consignas que conmuevan a la gente no es por simple falta de creatividad, es resultado de un proceso de censura con la muerte, se oculta el hecho de morir (en especial medida) desde que uno es infante: se le ha alimentado con cuentos acerca de lo que sucede con uno a la hora de morir, se nos ha cercado la visión y el encuentro en primera persona con la muerte.
Aun así, la tradición social nos ha proporcionado formas estandarizadas de comportamiento acompañadas por frases que se dicen en esa clase de situaciones. Sin embargo, a las nuevas generaciones nos parecen carentes de sentido estas fórmulas por todos conocidas. En palabras de Elias: “A los oídos de muchas personas jóvenes, los recursos retóricos de la vieja sociedad, que facilitaban el dominio de situaciones críticas de la vida, suenan a rancio y falso” (Elias, 2012, p. 49).
Sin embargo, la expresión más elocuente ha sido el discurso pronunciado por Tenoch Huerta en una marcha:
México se está convirtiendo en Saturno, que está devorando a sus hijos. La Ley natural de la vida dice que trascendemos a través de los genes, de nuestros hijos, que nuestra sangre se perpetúa. Nuestras enseñanzas, nuestros corazones, nuestros rostros… Es un error garrafal y la más grande estupidez que como Saturno estemos devorando a nuestros hijos. No importa como piensen, no importa qué hagan, el derecho a la vida debe ser respetado. El derecho a la vida es el más sagrado de todos. Esos estudiantes pensaron diferente, lucharon por algo, no importa qué. No tenían derecho a arrancarles la vida. No tenían derecho a desmembrar familias. No tenían derecho a desmembrar este país. Vivimos en un error.
(Caballero, 2014)
Huerta hace una comparación del Estado mexicano con Saturno, dios que en la mitología romana engendraba hijos con Ops a quienes devoraba/asesinaba. Usa esta imagen de “los hijos devorados” tal vez solidarizándose con los padres quienes siguen en búsqueda. Las expresiones que Tenoch usa en su discurso, las imágenes que nos entrega, a algunos les podrían parecer un tanto trilladas, pero usa cierto tono de informalidad ante esta situación que deja en claro la sinceridad de sus palabras.
Cuerpo, poder y violencia
Ahora nos conviene hablar de Saturno: el monarca Estado mexicano. En Historia de la sexualidad, Foucault recuerda como era ejercido el poder en tiempos pasados donde el poder el soberano podía decidir en la vida y muerte de los súbditos. Hoy, esto ha caído en desuso, ya no se puede decidir directamente sobre la muerte de aquellos abajo del yugo soberano.
De todos modos, el derecho de vida y muerte, tanto en esa forma moderna, relativa y limitada, como en su antigua forma absoluta, es un derecho disimétrico. El soberano no ejerce su derecho sobre la vida sino poniendo en acción su derecho de matar, o reteniéndolo; no indica su poder sobre la vida sino en virtud de la muerte que puede exigir. El derecho que se formula como «de vida y muerte» es en realidad el derecho de hacer morir o de dejar vivir.
(Foucault, 2013, p. 126)
Un estado mexicano que no tiene el poder sobre la vida entera, sino el de sólo hacer morir; un municipio que no encontró una alternativa a las protestas que desaparecer a 43 seres humanos.
Sin embargo, aún se controlan otros aspectos de la vida usando economía y política para manipular natalidad, fecundidad, etc. Biopolítica le llamó Foucault. La educación es uno de estos aspectos que se controlan. Los 43 normalistas abogaban por una mejor educación en sus planteles en el momento en el que los desaparecieron los poderes estatales. La reacción del soberano, representado por el nivel municipal, fue desaparecerlos, regresando al tiempo donde aún se podía decidir sobre la muerte de quienes se consideraban peligrosos para la sociedad, su estabilidad y su reproducción.
Efervescencia colectiva
Los actos de protesta no se han hecho esperar: las marchas, asambleas y paros han sucedido a lo largo del mes de octubre por la desaparición de los ya mencionados 43 normalistas. Muchos abogan por un paro activo o que no haya paro. Muchos acuden a las marchas gritando las consignas antes discutidas. Sin embargo, no muchos se ponen a pensar en el significado de las protestas. Emile Durkheim nos aporta el concepto de “efervescencia colectiva”:
Los sentimientos que nacen y se desarrollan en el seno de los grupos tienen una energía a la cual no llegan los sentimientos puramente individuales. […] Arrastrado por la colectividad, el individuo se desinteresa de sí mismo, se olvida, se consagra enteramente a los fines comunes.
(Durkheim, 2006, pp. 94-97)
Es por eso por lo que son relevantes las marchas: la efervescencia colectiva que de ahí emana es sumamente fuerte, hay cuerpos reunidos que comparten su espacialidad y transforman un lugar donde cotidianamente circulan automóviles ese momento marchan cuerpos con una mentalidad en común: “¡Vivos los queremos!”.
Los paros pueden ser considerados una especie de antítesis de las marchas: no es la congregación de cuerpos sino la ausencia de ellos en un espacio donde normalmente se ven haciendo sus actividades cotidianas.
Sin embargo, con estas dos formas de protesta se ha alzado la voz. Las marchas si bien crean efervescencia social, me atrevo a decir que al final los que atendieron a esta se sienten que hicieron algo por el bien común. Pero la marcha en sí solamente sirve como un agente cohesionador, no como una acción per se, eso es algo que la gente que atiende a estas marchas, a mi parecer, debe entender.
Concluyo este ensayo con un pensamiento de Elias:
Hoy sigue siendo difícil hacer comprender a alguien hasta qué punto es profunda la dependencia de unos hombres respecto a otros. Que el sentido de todo cuanto un hombre o una mujer hace reside en lo que significa para los demás, y no sólo para sus coetáneos, sino también para los hombres y mujeres venideros. Es decir que la dependencia humana del progreso de la sociedad a través de las generaciones forma parte sin duda de las dependencias mutuas fundamentales.
(Elias, 2012)
A través de todos años de evolución, de ser capaces desarrollar ciencias y entramados sociales, siempre llegamos a sentirnos solos, perdidos. Hemos buscado y lo único que le da significado a esta existencia es que nos tenemos a nosotros, como sociedad, como especie, como seres humanos individuales. No logramos vernos en nuestros semejantes. Aun así, logramos hacer que 43 seres humanos desaparecieran. Tenoch Huerta tenía razón, vivimos en un error.
Referencias
Ayala, F. (2014). Padre Solalinde ofrece disculpas a padres de normalistas [En línea]. Disponible en: http://www.publimetro.com.mx/noticias/padre-solalinde-ofrece-disculpas-a-padres-de-normalistas/mnjC!9KFwAEJcLez7U/ [Consultado 30-10-2014]
Caballero, J. (2014). Actores se unen a la marcha una luz por Ayotzinapa [En línea]. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2014/10/22/actores-se-unen-a-la-marcha-una-luz-por-ayotzinapa-8526.html [Consultado 30-10-2014]
Durkheim, E. (2006). Juicios de valor y juicios de realidad. En: Sociología y filosofía. Granada: Editorial Comares.
Elias, N. (2012). La soledad de los moribundos. México: Fondo de Cultura Económica.
Foucault, M. (2013). Derecho de muerte y poder sobre la vida. En: Historia de la Sexualidad. México: Siglo XXI Editores.
Huffschmid, A. (2013). La otra materialidad: cuerpos y memoria en la vía pública. En: Cuerpos, espacios y emociones. Aproximaciones a las ciencias sociales. México: Universidad Autónoma Metropolitana.
Redacción Animal Político (2014). Familiares impiden a Solalinde oficiar misa en Normal de Ayotzinapa [En línea]. Disponible en: http://www.animalpolitico.com/2014/10/familiares-impiden-solalinde-oficiar-misa-en-normal-de-ayotzinapa [Consultado 30-10-2014]
Redacción Animal Político (2014). Los normalistas de Ayotzinapa están muertos, dice el padre Solalinde con base en testigos [En línea]. Disponible en: https://www.animalpolitico.com/2014/10/los-normalistas-estan-muertos-y-algunos-los-quemaron-vivos-dice-el-padre-solalinde/ [Consultado 30-10-2014]
Bibliografía
Breton, D. Le (2002). Lo inaprehensible del cuerpo. En: Antropología del Cuerpo y Modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión.
El Universal (2014). Cronología caso Ayotzinapa [En línea]. Disponible en: http://www.eluniversal.com.mx/nacion-mexico/2014/cronologia-caso-ayotzinapa-1048247.html [Consultado 29-10-2014]
Redacción Animal Político (2014). Día a día del caso Ayotzinapa: Los 43 normalistas que aún no aparecen [En línea]. Disponible en: http://www.animalpolitico.com/2014/10/cronologia-del-caso-ayotzinapa-un-mes-de-la-desaparicion-de-43-estudiantes/ [Consultado 29-10-2014]
Vanguardia (2014). Cronología caso Ayotzinapa. [En línea] Disponible en: http://www.vanguardia.com.mx/cronologiacasoayotzinapa-2192354.html [Consultado 29-10-2014]