El cambio climático corresponde a una modificación en los patrones meteorológicos durante un periodo prolongado de tiempo (décadas), originalmente el cambio climático es un proceso natural vinculado a la evolución del planeta Tierra, pero es cada vez más evidente que la huella humana incide en la aceleración de este. Si bien es cierto que durante la evolución de la vida de la Tierra se han presentado fenómenos naturales, ello no cambia el hecho de que el cambio climático de origen antropogénico se hace evidente (no es casual que exista hoy una radicalización de los fenómenos naturales).
De hecho, durante las últimas décadas, algunos científicos miembros del IPCC[1] han llegado al consenso de que la temperatura del planeta ha aumentado a lo largo de los años y que este proceso está directamente relacionado con la actividad humana, es decir, que tiene un origen antropogénico. Es importante señalar que cuando hablamos del aumento en la temperatura (aun de un grado) no tratamos de algo mínimo, sino que esta de fondo la evidencia de un desajuste en el funcionamiento normal del planeta, lo que finalmente deriva en desastres naturales cada vez con más frecuentes.
Los eventos naturales que causan desastres se han convertido en un problema actual de gran impacto, ya que conllevan a una serie de cambios económicos, políticos y sociales. Por ejemplo, si bien es cierto que las causas de la migración son multivariadas, están cada vez más relacionadas con las variaciones climáticas; muchas veces las personas se desplazan buscando mejores condiciones de vida debido a la constancia con que se presentan algunos fenómenos meteorológicos extremos como: inundaciones, sequias, nevadas, heladas, huracanes, tormentas eléctricas, etc. Cabe señalar que, si bien es cierto que el cambio climático está afectando a la población de manera general, todo indica que las repercusiones son más graves en los países más empobrecidos, y de forma más específica para las mujeres (Stock, 2012).
El aumento de la temperatura implica que a medida que siga pasando el tiempo habrá un daño impredecible a nivel global, pero una incidencia especial en algunos países; así que cuando hablamos de tenemos que hablar de responsables y de personas mayormente afectadas, estas últimas están en América Latina, en los países en vías de desarrollo, los cuales tienen economías altamente dependientes del sector agrícola y por lo tanto del estado del medio ambiente.
Por lo tanto, de alguna manera, los países económicamente desarrollados tienen una deuda ecológica con los países que todavía están en vías de desarrollo; porque el costo ecológico del crecimiento acelerado de los países en desarrollo lo pagamos todos, pero los beneficios de un alto nivel de vida se concentran en los países desarrollados.
Sin embargo, a pesar de los evidentes efectos del cambio climático, uno de los grandes problemas que no permite dar una solución al mismo es justamente el posicionamiento que han tomado algunos países de primer mundo; por una parte, porque algunos de ellos niegan el origen antropogénico del cambio climático[2], y por otra, porque no están dispuestos a realizar cambios en el actual modelo económico capitalista basado en la idea de que todo se puede comprar y vender[3].
La respuesta institucional de los países económicamente desarrollados ha sido la realización de Cumbres y Foros Internacionales, que cabe decir, no han servido de mucho porque el hecho de que cada país haga lo que mejor considera no puede ser entendido como un acuerdo, pues se depende de la voluntad de cada uno de ellos; al no tener un carácter vinculante ni ninguna sanción, lleva a poner en duda el impacto real que los acuerdos internacionales tienen. Son cuestionables las acciones que las grandes potencias llevan a cabo en defensa del medio ambiente, se reúnen bajo el discurso de combatir el cambio climático, pero lo cierto es que ninguno de los países desarrollados está dispuesto a ir en contra de sus intereses económicos[4].
Por otro lado, la lógica de los países desarrollados no toma en cuenta la importancia que el territorio tiene para los pueblos de América Latina y el conocimiento ancestral del manejo, de semillas endémicas en que ellos se apoyan. Por lo tanto, se plantea la urgencia de repensar cómo se pueden introducir algunos cambios en el actual modelo económico rapaz y destructor, buscando que las acciones económicas estén más enfocadas en lo local, que se piense no en el crecimiento económico, sino en la satisfacción de las necesidades básicas de la población. De igual manera, tenemos que fomentar una nueva cultura del cuidado de los recursos naturales, ya la población se interesa y participa en las acciones de cuidado al medio ambiente en tanto más conoce acerca del problema (Quiroz, 2013).
América Latina es uno de los grandes pulmones del planeta, así que es importante preservar amplias áreas verdes que actualmente se encuentran en manos de pueblos originarios; se vuelve primordial combatir situaciones desfavorables para el medio ambiente, como el hecho de que algunos gobiernos de países muy pobres han vendido sus recursos hídricos para ser sobreexplotados por empresas transnacionales, produciendo un campo infértil y el acceso limitado al agua[5]; David Harvey definió como una estrategia de “acumulación por desposesión” al fenómeno de mercantilización y privatización donde los Estados coludidos con el Capital saquean la naturaleza (Liverman, 2004).
El Estado, en sus múltiples niveles, representa cada vez más los intereses de sus socios empresariales […]. Al mismo tiempo, y de cara a la profundización del despojo y a los usos y abusos de la naturaleza, el Estado se arma para el control interno promoviendo, justificando o avalando la criminalización de la protesta, al tiempo que presume que los actores sociales en legítima defensa de su territorio […] son […] irracionales, opositores al progreso y al desarrollo.
(Delgado, 2013, p. 59)
Sin embargo, no todo está perdido, ya que existe una fuerte conciencia social en muchos países de América Latina con respecto del cuidado del medio ambiente, de tal suerte que los ciudadanos empiezan a demandar a sus gobiernos que tomen medidas en cuanto al cambio climático se refiere. Debido a que requerimos un nuevo modelo de gestión de los recursos naturales basado en el uso democrático de los mismos, cada vez se vuelve más importante el papel de la ciudadanía; para que cualquier gobierno pueda ser denominado democrático es fundamental que permita a sus ciudadanos salir a la calle a manifestarse y reivindicar objetivos justos y necesidades evidentes como la lucha contra el cambio climático[6].
Cabe señalar que las luchas en defensa del territorio que han florecido en Latinoamérica no tienen nada que ver con lógicas económicas, sino que buscan evidencia r que las personas nos regimos por algo que va más allá de la economía. Para muchos pueblos de indígenas y campesinos es importe rescatar formas de vida alterna y el conocimiento tradicional, como mecanismos de reacción frente a los problemas actuales del cambio climático.
Ha surgido un discurso basado en el fortalecimiento de lazos comunitarios, la reivindicación y protección del medio ambiente. En tanto que los países desarrollados hacen un uso meramente económico del territorio, los países de América Latina pugnan por el reconocimiento de este como parte importante de su identidad[7]. “La resistencia social, pese a que es inevitablemente reactiva, también es cada vez más propositiva, tanto en las formas de resistir como en la construcción de propuestas alternativas de y para los espacios territoriales concretos” (Delgado, 2013, p. 59).
En términos políticos, la virtud los movimientos en defensa
del territorio es que estimulan la participación ciudadana de los sin voz: indígenas y campesinos. En el
entendido de que actualmente predominan las relaciones sociales basadas en la
búsqueda de ganancias (aun a costa de la destrucción del planeta), es de suma
importancia que la oposición a la destrucción del espacio natural y social
provenga de grupos locales con alto grado de arraigo al territorio, pues de
esta forma se podrá alcanzar una “democracia ambiental comunitaria” que
fortalezca el derecho de las comunidades a manejar su entorno inmediato
(Agarwal y Narain, 1993).
[1] El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático o Panel Intergubernamental del Cambio Climático, en inglés IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change), es una organización internacional encargada de desarrollar y publicar informes actualizados sobre el riesgo del cambio climático.
[2] Señalan que hay procesos naturales ligados al cambio climático, así que la Tierra pasa por cambios como hace millones de años y la huella del hombre no es tan significativa como se quiere hacer creer.
[3] El ejemplo más representativo lo tenemos en el actual Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien reduce el problema del cambio climático a una cuestión económica señalando que: “El concepto de cambio climático fue creado por China para hacer la manufactura de Estados Unidos menos competitiva” (El Financiero, 2017).
[4] De hecho, el problema del cambio climático se ha visto intensificado debido a que las grandes potencias económicas promueven nuevas tecnologías de producción, mismas que afectan las formas tradicionales de producción agrícola (Sánchez, Gay y Estrada, 2011) y derivan en una serie consecuencias para el medio ambiente. Por ejemplo, la agroindustria ha provocado la erosión genética en gran parte de los cultivos que sustentan el sistema alimentario mundial, generando “grandes problemas ambientales, como la pérdida de suelos, compactación, contaminación de cuerpos de agua y de contribuir al cambio climático global” (Boege, 2008, p. 24).
[5] Estamos frente a un claro impacto del cambio climático, pero también frente a impactos en las formas de vida de quienes habitan los territorios que son explotados; en la medida que la fertilidad de los suelos va disminuyendo, la capacidad de alimentar a la población también se ve reducida. Lo cual es importante no sólo porque muchos países dependen económicamente de la agricultura, sino porque todas las personas requerimos alimento para sobrevivir. Las repercusiones del cambio climático son para todos los habitantes del planeta.
[6] Es primordial que la gente ejerza su libre derecho a la manifestación de sus ideas políticas (y más aún si estas se relacionan con el cuidado del planeta, que es la casa de todos) y que el gobierno sea capaz de diseñar e implementar políticas públicas que promuevan la adecuada administración de los recursos.
[7] Como ejemplo de ello puede tomarse en cuenta la diferencia entre los conceptos sustentable y sostenible. La palabra sustentable tiene como esencia la satisfacción de necesidades y la necesidad de seguir promoviendo el desarrollo, por lo que no propone la búsqueda de un cambio de modelo económico sino la búsqueda de soluciones para garantizar la continuidad de este. Por su parte la palabra sostenible resalta la búsqueda de una solución encaminada a la mejora social, por lo que propone mecanismos para elevar la calidad de vida de las personas además de conservar y restaurar los recursos naturales; todo lo cual implica un cambio de actitudes, aspectos éticos, educativos y responsabilidad para con todos los grupos sociales del planeta (López et al., 2005).
Referencias
Agarwal, A. y Narain, S. (1993). A proposal for global environmental democracy. En: In Race, Poverty & the Environment, 4(2).
Boege, E. (2008). Introducción. En: El Patrimonio Biocultural de los Pueblos Indígenas de México. México: INAH, pp. 13-30.
Delgado, G. (2013). ¿Por qué es importante la ecología política? En: Nueva Sociedad, (244), marzo-abril, pp. 47-60.
El Financiero, Redacción (2017). Trump, un líder que cree que el cambio climático es invento de los chinos. [En línea]. En: El Financiero. Disponible en: https://www.elfinanciero.com.mx/mundo/los-dichos-del-trump-sobre-el-cambio-climatico.html
Liverman, D. (2004). Who Governs, at What Scale and at What Price? Geography, Environmental Governance, and the Commodification of Nature. En: Annals of the Association of American Geographers, 94(4), pp. 734-738.
López, C.D. et al. (2005). Desarrollo sustentable o sostenible: una definición conceptual. En: Horizonte sanitario, 4(2), mayo-agosto.
Quiroz, D. (2013). Las ciudades y el cambio climático: el caso de la política climática de la Ciudad de México. En: Estudios Demográficos y Urbanos, mayo-agosto, pp. 343-382.
Sánchez, A., Gay, C. y Estrada, F. (2011). Cambio climático y pobreza en el Distrito Federal. En: Investigación económica, 70(278), octubre-diciembre, pp. 45-74.
Stock, A. (2012). El cambio climático desde una perspectiva de género. Quito: Friedrich Ebert Stiftung.
