Después de un profundo y aparente largo sueño en el que rozabas las manos con las nubes y te columpiabas con tu amor platónico, regresa un humo de conciencia a iluminarte tu desgracia, te hace recordar que mientras caminabas tranquilamente por la trayectoria usual, que ocupas para trasladarte de regreso a tu casa después de la jornada laboral en el trabajo mierdero que tanto odias, alguien te arremetió con una patada en las bolas y te acercó una gasa de cloroformo a tu rostro. Ahora despiertas desorientado en un cuarto medio iluminado y totalmente descuidado, las paredes están descarapeladas y escuchas el crujir de una puerta, alcanzas a retorcer el cuello para después lograr enfocar la sombra de cuatro sujetos. Solo una de esas sombras comienza a caminar hacia ti.
¿Quién eres tú? ¿Quiénes son ellos?… Mi estimado, para que comprendas quién soy y tu porvenir, será necesario que empiece a delinearte la existencia de lo que son ellos y de lo que somos en general. Somos El Club, un grupo de parásitos, de marginados que disfrutan del odio, del miedo, de la incomprensión, del asco y del dolor. Nuestra mayor pasión: moler carne humana con las formas más sutiles que podamos idear. Nuestro oficio, aunque sanguinario, es uno de los más creativos. Contados históricamente, han sido pocos los personajes que pueden contener grandes dones de malignidad. Ser parte de El Club conlleva un arduo trabajo y fuertes dotes de habilidad, pues no todos tienen el don de la aniquilación, ya sea por la paciencia o el tiempo que se requiere para cocer carne humana en la sangre y el terror del instinto.
Lo que muchos consideran un horror y algo fuera de lugar, para ellos, para mi, es un arte, un estilo de vida. Cada uno de nuestros actos hace recordar las posibilidades del acaecer humano, y evidencian que no solo somos civilización y razón, pues constantemente traemos a colación el hecho de que si estamos en este mundo, es porque hemos tenido que estar sobreviviendo continuamente a diferentes límites a los que nuestra misma especie se enfrenta y a la vez se impone, pues teme dejarse llevar por la locura, pero al final, siempre se alimenta un poco de ella.
También, somos individuos de asombro y de respeto, dignos de ser elogiados, temidos y repudiados, por momentos, condecorados con los más altos honores de destrucción masiva. Somos los representantes de lo que generalmente se esconde por temor a ser señalado como bestia sin forma.
No es tan difícil saber de nosotros, pues todos llevan cicatrices de nuestras acciones en la piel de sus recuerdos. Lo difícil es asimilar el proceso y el porqué de la de construcción de nuestras obras de arte; a veces podemos parecer tímidos, pero es porque intentamos ser cautelosos. Buscamos ocultarnos, pero a la vez tenemos la necesidad de dejar ver lo que somos y lo que hacemos, compartir el disfrute que nace de la observación de montañas de carne y de los ríos de sangre que vamos dejando. Gracias a nuestro intencionado descuido pueden apreciarnos.
Te llevaré de la mano para que conozcas un poco más sobre nosotros y quizá nos reconozcas, no puedo revelar nuestros nombres ya que pienso que nuestra simple existencia desafía el lenguaje y la gramática que atrapa el movimiento; somos más que un nombre, somos incatalogables. Las palabras ya sean miles o millones jamás podrán describir lo que somos, aun así me parece importante compartir nuestra belleza. Comenzaré a describir lo poco que sé de cada uno de nosotros, en realidad no somos muchos aunque hay veces que parece que cada uno cargamos con la fuerza de mil hombres.
El primero se destaca por sus métodos visuales de infundir el miedo, inyectarlo en forma líquida por las pupilas hasta hacer que el cerebro explote, mutila la lengua de sus víctimas y se la come. Cada víctima le lleva un poco más de una hora, pues es difícil hacer que estallé el cerebro de forma sutil. Lo que hace es introducir el miedo en una jeringa, este es un trabajo que requiere de mucha paciencia; debe introducir la cantidad correcta para que el cerebro no se desparrame por todo el cuarto sino solo se derrita y evacue por los orificios de la nariz. Una vez que el material está preparado, acerca la aguja en las pupilas de la víctima y vierte el miedo en ellas lentamente, le gusta tardarse en este proceso entre unos diez y veinte minutos. Cuando se termina el miedo de la jeringa, se sienta, prende un cigarrillo y observa el espectáculo. El cigarro suele provocarle hambre y la lengua es uno de sus platillos preferidos.
El segundo personaje es mas estruendoso, le gusta hacer que todos miren como sale expulsada la sangre humana, no se come los órganos ni nada de eso, prefiere hacer temblar la tierra con su magia. Es muy cuidadoso en su proceso artístico, siempre calcula la manera en que saldrán volados los cuerpos que se encuentran caminando en las calles sin percatarse de que serán asesinados. Es muy minucioso en ese sentido, extrae la fórmula cuántica de la velocidad y la aceleración, solo para saber si logrará volar únicamente la cabeza de mil personas, dejando intactas las demás partes de su cuerpo, o también escribe en un pizarrón todo el procedimiento que lo llevará a hacer que exploten los cuerpos y que cada extremidad salga disparada en una misma dirección, simulando ser proyectiles de carne. Está sumamente inmerso en la indagación de la causa y el efecto de todo su arte. Todo su trabajo lo hace siempre en lugares abandonados, y termina dejando sus probetas y los lápices que usa para hacer sus cálculos.
El tercero de nuestros grandes héroes, es muy diferente a los otros dos, a este parece que le gusta el poder de la palabra. No suele hacer mucho desastre, no come lenguas, ni hace estallar multitudes. Solo le gusta infundir en sus víctimas la idea de que pueden volar. Su proceso artístico le lleva todo un día.
Es más meticuloso en la manera en como escoge a quienes va a asesinar, le gusta escoger personas que tengan una mirada profunda y con rostro alegre, las atrae sin que se den cuenta. En un cuarto oscuro, que usualmente se encuentra en el último piso de cualquier edificio, amarra a sus víctimas a una silla que se encuentra alumbrada levemente por un foco rojo, después hace que se tomen completito un litro de ácido lisérgico, se espera una hora y sentado contempla las facciones de sus víctimas, logra ver como sus bocas terminan en donde se encontraban los ojos y los ojos se posicionan en el lugar de la nariz, la nariz desaparece y la boca se encuentra paseando en mares de lágrimas. Esto le causa tanta risa que hasta las paredes se rasgan con el viento que arrojan sus carcajadas. Una vez que para de reír, se incorpora en sus dos piernas y lentamente se acerca a quien está sentado y delirando en una quinta dimensión. Comienza a recitarles grotescas palabras, los baña con su saliva, los tatúa con palabras, con sus miedos, con sus sueños. Al final los convence de que la única puerta de salvación es volar entre los muertos, les susurra al oído que al abrir la puerta, deben correr con todas sus fuerzas y saltar al vacío. Los cuerpos de sus víctimas se desparraman por todos los suelos del mundo.
…
Como puedes ver mi putrefacto amigo, estás en buenas manos, tu cuerpo pasará a ser parte de la historia, me imagino que debes estar contento y orgulloso. Ya debes tener más claro que te espera. Ahora solo te pido que te relajes y disfrutes de mi compañía. No suelo hacer esto, sabes, pero cuando tengo contacto con mis empleados procuro que sea una experiencia sobrecogedora, sobre todo con los más distinguidos como tú, que a pesar de que su vida se desmorona debido a la monotonía de sus labores se esmeran en seguir destruyéndose lentamente. Me lo agradecerás, te daré un empujoncito.
Publicado en el número

vol.II, núm. espec. 1, enero 2019
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- Fecha de creación 31 de enero, 2019
- Última actualización 23 de enero, 2025