Es la nostalgia lo que nos cobija en estos tiempos, los autos, la moda, el diseño, el arte… se revindica todo lo clásico y si vuelve nuevo, es el resplandor del pasado. Ya de lo que Woody Allen con su película Media noche en París nos hablaba con cierta delicadeza, hoy entre las carteleras de cine, una película tosca se muestra en ellas. Baz Luhrmann es un director que con cierta torpeza logra condensar un clásico de la literatura norteamericana El gran Gatsby (The Great Gatsby), obra de F. Scott Fitzgerald, pero no es extraño que de su mano haya salido esta película, pues si revisamos a fondo su filmografía, nos damos cuenta que es el principal amante del cine clásico de los años de oro del cine estadunidense, esto se refleja de manera importante en su lenguaje cinematográfico que termina siendo la vida de la narración de su trabajo y lo que nuevamente nos encontramos en esta nueva realización.
No es justo dejar esta visión de Luhrmann solamente, porque al igual de ser amante de este cine, también es un director que trata de lograr, con mucho esfuerzo y no siempre con éxito, una renovación en sus películas, esto, que lo llevó a tener uno de sus éxitos más grandes Romeo + Juliet, una adaptación de otro clásico, ahora de la literatura universal, trasladándolo a un latinismo contemporáneo, que conmovió a jóvenes y a viejos. Entonces nos damos cuenta de que, a lo largo de dos pequeños párrafos, una de las palabras que más se ven en esta reseña es la de clásico (que seguirá apareciendo en la reseña) y es que, si le arrancamos a Luhrmann esta palabra de su lado, pasaría a ser un director que tiene ideas lucidas a momentos, quedándose corto en la composición de su trabajo, no solamente dentro de sus películas sino en toda su obra.
Pero qué se puede obtener de las películas que evocan lo clásico para las nuevas generaciones que no fuera lentitud y aburrimiento. Pues esto mismo intenta hacer Luhrmann, que con Romeo + Juliet había tenido un acierto, pero que ahora acostumbrados a la inmediatez tecnológica, a la extrema violencia y al consumo desmesurado, los jóvenes son menos fáciles de atrapar, de hacerlos cómplices de lo clásico. A una cultura de masas, Luhrmann pretende hacer una película de masas, pero que en ciertas partes termina siendo ridícula, y que al final obligado por la historia, retoma una narración ya tan amada por Luhrmann, la del cine de los años cincuenta.
Publicado en el número

vol. II, núm. 3, octubre-diciembre 2019
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