La búsqueda de conceptos especializados para la definición más precisa de fenómenos en el ámbito de las ciencias sociales ha sido un proceso inacabable. Existen conceptos que utilizamos tanto en el lenguaje técnico como en el lenguaje coloquial, y muchas veces ignoramos que han sido redefinidos por distintos autores de distintas disciplinas a través de los años. Uno de los conceptos con largo pasado teórico conceptual es el de cultura, un término importante utilizado multidisciplinariamente para definir todo tipo de cuestiones sociales.
En nuestro país —y probablemente en algunos otros—, el siglo pasado existió todo un debate teórico entre autores de distintas disciplinas sobre si un concepto como cultura podría ser adecuado para definir a grupos sociales macro como los Estados-Nación modernos. ¿Existe una identidad mexicana? ¿Qué elementos tendría? ¿Será determinante? A continuación, se tocará brevemente niveles y campos de análisis de la cultura, para después rescatar algunas consideraciones de autores sobre su posición ante la identidad mexicana.
En un primer nivel, el concepto de cultura se construye con base a nuestras prenociones, dicho de otra forma, con nuestro sentido común. En este grado de reflexión, relacionamos la definición de cultura con lo que nosotros consideramos como una persona culta. Consideramos que alguien es culto cuando posee varias cualidades, de las que se distingue la capacidad de poder hablar más de dos o tres idiomas, tener amplios conocimientos de historia universal, ser conocedor de las bellas artes y las humanidades, haber realizado cuantiosos viajes nacionales e internacionales, conocer de gastronomía, etc. Por tanto, el concepto de cultura en un nivel de sentido común, lo asociamos con la inclinación por cultivarse: por cultivar el alma.
Como se ha dicho, con el desarrollo metodológico de las ciencias sociales, era necesario conocer a fondo y ser precisos en la concepción de términos tan fundamentales de la vida social. La etnografía y la etnología son las disciplinas directas precursoras del estudio de las culturas que, ante la necesidad de delimitar los objetos de estudio en cada ciencia, el estudio de la cultura fue adoptado y ampliado por otras. Dos de las ciencias que se apropiaron el concepto de cultura fueron la antropología y la sociología. La antropología con el estudio de las sociedades antiguas, las primeras formas de comunicación, el estudio de los símbolos, las lenguas, las primeras tradiciones; y, por otro lado, la sociología con el estudio de los fenómenos sociales en las sociedades modernas. Ambas usan el concepto de cultura como materia prima en el tratamiento de sus estudios.
Para la sociología, los fenómenos culturales tienen una esencia meramente social debido a que son alimentados por las interacciones de los individuos, lo cual finaliza en una acción social. Por tanto, una definición ya especializada de la cultura con un enfoque sociológico es donde encontramos a la cultura como el conjunto de valores guía que se le van enseñando a un individuo desde su nacimiento, por medio de intercambios o conflictos, en su proceso de socialización; y que será la carga subjetiva presente en sus formas de hacer las cosas.
Dentro de las sociedades siempre se presentan dos tipos de categoría de la cultura: Cultura dominante y cultura dominada. De forma muy esquemática: la cultura dominante la definimos como la que pertenece al grupo social que controla el poder económico, político e ideológico de una sociedad; en caso contrario, la cultura dominada o subalterna será la que se ve sometida ante los intereses que el grupo hegemónico o cultura dominante le impone.
Todos estos elementos culturales, ya sean que provengan de la cultura dominante o de la cultura dominada, intervienen en el proceso de socialización de un individuo formando en él su propia cultura y su identidad. Entendiendo identidad como la representación que un actor social tiene de su posición en un espacio social y de la relación con otros actores o grupos que se interactúan con él en el mismo espacio social. En otras palabras, la identidad no es más que la cultura interiorizada en el sujeto. Por ende, el concepto de cultura y de identidad están estrechamente relacionados como una pareja indisociable (Giménez, 2012). Además de la construcción de una identidad individual, las interacciones que tiene una persona en el proceso de su socialización articulan en él una identidad colectiva.
Para Henri Tajfel, un autor pionero en los estudios sobre la identidad colectiva, la pertenencia al grupo es parte fundamental de la identidad social porque en el momento en que el individuo se reconoce como parte de un grupo, el individuo simultáneamente se está diferenciando de los miembros de otros grupos a los que no pertenece. En consecuencia, la interacción que tiene un sujeto como parte de su grupo traza una identidad definida dentro de todo el proceso de la construcción de una identidad propia, será su alteridad (sentimiento de rechazo o no identificación con los otros) lo que la reafirme. En el proceso de construcción de la identidad colectiva de una persona, muchos grupos entrarán en contacto con él desde su alumbramiento hasta el momento de su muerte.
En el México posrevolucionario, una de las principales metas fue la búsqueda de una identidad colectiva que unificara a todos los mexicanos como nación después de toda la efervescencia social de la época, y para lograrlo, muchos autores del momento destacaron las cualidades generalizadas que ellos observaron en la sociedad mexicana. Una de estas visiones importantes que causó mucha controversia fue la del autor Samuel Ramos, él sostenía que lo que definía a la sociedad mexicana era un complejo de inferioridad. Según Ramos, esta subordinación se hace manifiesta en la perspectiva que tiene un mexicano de sí mismo con respecto de un extranjero, sin embargo, también señala que el complejo de inferioridad también se presenta de mexicanos con mexicanos con prejuicios basados en el nivel socioeconómico (Ramos, 2005).
Octavio Paz fue otro de los autores que puso el dedo sobre la línea de la identidad nacional. Octavio también se preocupó por intentar definir a la sociedad mexicana y explicó que encontrar una identidad mexicana era un proceso complejo, pues somos una sociedad que se derivó del choque violento entre sociedades, española e indígena, en la conquista. Paz, a diferencia de Ramos, señalaba que la cualidad distintiva del mexicano no era la inferioridad en sí, sino un sentimiento de soledad (Paz, 1950).
Todas las emociones que la coyuntura histórica de la conquista causaba en muchos autores se vieron manifiestas en otras formas de expresión artística como lo fue el muralismo. En los imponentes murales de Diego Rivera en Palacio Nacional se plasma la importancia histórica para México del choque cultural que representó la conquista y destaca elementos culturales mexicanos importantes como el indigenismo, de igual forma, elementos similares podemos encontrar en el arte de José María Velasco ubicados en el Museo Nacional de Arte.
Cuando intentamos analizar identidades con grupos tan grandes como lo es un Estado moderno, y más cuando dentro de este existe una sorprendente diversidad cultural, nos encontramos con un sin número de vertientes. El indigenismo resaltado por los muralistas y la cultura postrevolucionaria no fue el único componente fuerte en el intento de describir una identidad mexicana.
En el primer capítulo de El laberinto de la soledad, Octavio Paz hace alusión a la cultura de los Pachucos partiendo de la experiencia de haber vivido en Los Ángeles, California. Una cultura conformada por mexicanos que emigraron a EE. UU. donde destaca el rompimiento con las tradiciones y antecedentes mexicanos, pero de igual forma, rechazan adoptar la nueva cultura estadounidense. Esta cultura transformó símbolos de ambas naciones sin dejar de lado el desprendimiento de las raíces mexicanas combinado con un sentimiento anárquico. Sirvió como útil ejemplo para refutar el determinismo y demostrar las distintas identidades que un mexicano podía asumir.
Entonces, si la identidad mexicana tiene muchas vertientes, ¿qué es lo mexicano? Como ya mencionábamos, en el México de la primera mitad del siglo pasado, el gobierno con el afán de cimentar una identidad nacional se dedicó a reproducir un conjunto de símbolos y estereotipos que suponían definían a los mexicanos. Muchas de estas representaciones, con ayuda de las nuevas tecnologías emergentes del momento, se esparcieron en el mundo por medio del cine, de la música y nuevas formas de comunicación global. Como consecuencia, muchos extranjeros construyeron un imaginario de la sociedad mexicana, que incluso actualmente, siguen asociando con el hombre campesino pobre, macho y borracho y a la mujer campesina pobre, sumisa y servil.
A finales del siglo pasado, y después de muchos debates, se llegó a la conclusión de que no existe como tal una mexicanidad. Pese a ello, diversos autores siguieron reflexionando sobre la cultura mexicana y las nuevas identidades que se estaban observando en la nueva sociedad mexicana. Heriberto Yépez distingue al retro mexicano como aquel individuo conservador que se aferra a los valores y estereotipos antiguos; y al nuevo mexicano como un tipo de hibridación cultural que acepta nuevas ideas y adopta diferentes estilos de vida. Yépez sostiene que existen tres raíces culturales a las que se inclinan los mexicanos: la primera, una raíz indígena con elementos simbólicos de pueblos originarios o un pasado prehispánico; la segunda, una raíz española con elementos del viejo continente; y una tercera raíz más contemporánea, la que incluye elementos estadounidenses adoptados por la íntima relación con EE. UU. después de la entrada de México en el Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte (Yépez, 2010).
Los contactos con culturas extranjeras en las últimas décadas, como resultado de la modernización de los medios de comunicación global, dio como resultado un proceso de interculturalización que ayudó al surgimiento de movimientos contraculturales en el país.
A manera de reflexión, es imposible conjuntar en una sola identidad unificada las diversas manifestaciones culturales e identitarias de México; mucho menos ahora con variantes como la globalización, las redes sociales digitales, los estilos de vida y las relaciones frágiles interpersonales que desestabiliza identidades colectivas que antes eran bastante claras y definidas (Bauman, 2013).
Referencias
Bauman, Z. (2013). La cultura en el mundo de la modernidad líquida. En: Mosconi, L. (Trad.). Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica.
Giménez, G. (2012). La cultura como identidad y la identidad como cultura. [En línea]. Disponible en: http://perio.unlp.edu.ar/teorias2/textos/articulos/gimenez.pdf [Consultado 08-12-2016]
Paz, O. (1950). El laberinto de la soledad. México: Fondo de Cultura Económica.
Ramos, S. (2005). El perfil del hombre y la cultura en México. 3.ª ed. México: Colección Austral.
Yépez, H. (2010). La increíble hazaña de ser mexicano. México: Planeta.
Bibliografía
Agustín, J. (1996). La contracultura en México. México: Grijalbo.
Publicado en el número

vol. II, núm. 3, octubre-diciembre 2019
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